domingo, 26 de abril de 2015

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Todas las mañanas y las tardes y las noches se ve a la buena señora de un lado a otro. Basta asomarse por la página para verla aquí, moviendo escoba y falda al movimiento que le marque el ritmo. Ya se ve ahí, acomodando las cosas en su sitio para que luzcan más, para que cuando llegue el visitante no se encuentre con que no distingue la O de la U ni por lo redondo; que no reconoce el comedor de la cocina; las aposiciones de las cucharas de sopa fría.

Su esposo; uno de esos hombres firmes, de los que ya no hay, de los que hablan fuerte y claro; de aquellos que, aunque dejan aparecer a los demás en la conversación, es de los que acaban la oración con un golpe final en la mesa.

Su hijo tiene algo de los dos; es un niño de esos inquietos. Nadie sabe bien a bien por dónde va a salir ni dónde colocarlo para que se esté a gusto.


Mírenlo; ya no le quedan los zapatos.



Ocurrencia de una tarde en la facultad

Un vuelo sobre la poesía de Octavio Paz


La fascinación por el lenguaje; la duda ante el espejo


Con La estación violenta culminó el camino que la poesía de Paz había trazado desde su temprana juventud. Con ella, su poética se realiza como un todo integrado.

Si leemos la antología (su primer libro en forma, dice Paz) que es Libertad bajo palabra, observaremos cómo los elementos de sus primeros libros van adquiriendo forma conforme pasa el tiempo. También advertiremos, por qué no decirlo, que la capacidad metafórica de su autor puede parecer un tanto limitada. Su obra, hasta ese momento, como la de la mayoría de los grandes creadores, gira no sólo alrededor de una serie de temas, sino de una serie de metáforas contadas: el árbol de agua y sangre; la luz, la mirada. Su poética —con brillantes excepciones— es de luz, aire y agua. Una poesía solar.

Esto hace que, con cierta frecuencia, la lectura de los libros de Paz pueda resultar en un principio asombrosa ante el poder del mito que nos muestra, como monótona cuando hemos interiorizado sus figuras.

Este juicio aunque cierto, no es justo del todo: aunque Paz mantiene sus obsesiones y figuras en la mayor parte de su obra, en su poesía hay caminos que no termina de explorar. ¿Aguila o sol?, al igual que La estación violenta y antes Noche de resurrecciones tienen aristas especialmente sombrías que los lectores no suelen asociar con su poesía (y que hay que decir que a Paz no le atraían, supongo por el peso de la tradición melancólica de la poesía mexicana y su famoso tono crepuscular).
 
Así y todo, hay que decir que más allá de la perfecta síntesis de estos elementos (incluido aquel tono sombrío ya mencionado) en los poemas de La estación violenta, no se veía cómo Paz podría ir más allá en ese camino sin repetirse.

No lo sabremos porque con su siguiente libro, Salamandra, Paz da un giro en su poética.

Con Salamandra, la poesía de Octavio Paz no cambia sus obsesiones primeras, sino que cambia el tono. Mientras en su primera etapa se construye un mito y en ella el acento está puesto en la creación, este libro empieza dudando no sólo de aquello construido en obras anteriores, sino de la misma validez de las palabras y del tiempo.

A solas otra vez toqué mi corazón,
allí donde los viejos nos dijeron que nacían el valor y la esperanza,
mas él, desierto y ávido, sólo latía,
sílaba indescifrable,
despojo de no sé qué palabra sepultada.


“Soliloquio de medianoche”

Ya en partes de ¿Aguila o sol? y en algunos poemas anteriores existía este tono, pero siempre contrapuesto con la creación. La pareja, caída-elevación siempre se había inclinado a esta última.

Las palabras se vacían de sentido: decir es no decir. No hay salida ni sentido. El mundo seco y desangrado ya no es una caída histórica, sino la condición esencial del hombre. El muro al que se enfrenta. Ya muro, no abismo.

Los nombres no son nombres
no dicen lo que dicen
Yo he de decir lo que no dicen
Yo he de decir lo que dicen

Asimismo, el erotismo ha perdido su fulgor. Quevedo está más presente en este momento que los románticos. Con Quevedo, el poeta crítico, el poeta que sabe que todo se desmorona, también desaparece el lenguaje.

[…] Fuera de mi cuerpo
en tu cuerpo fuera de tu cuerpo
en otro cuerpo
cuerpo a cuerpo creado
por tu cuerpo y mi cuerpo
Nos buscamos perdidos
dentro de ese cuerpo instantáneo
nos perdemos buscando
todo un dios todo cuerpo y sentido
Otro cuerpo perdido […]

“Lauda” (fragmento)


Salamandra, pues, representa un quiebre con la poesía anterior de Paz. No porque los temas cambien, sino porque el acento se pone en la crítica. Más ausencia que presencia, acaso el poema más perfecto de aquel libro lo resuma:

Mis pasos en esta calle
Resuenan
                        en otra calle
donde
                oigo mis pasos
pasar en esta calle
donde

Sólo es real la niebla.


“Aquí”, Octavio Paz


Sin embargo, ya hay apuntes de lo que se gestaba después de aquel momento de ruptura con su anterior poética.

Debo de ser sincero: lo que se construye con esta etapa de la poesía de Octavio Paz no me parece logrado. Es en este momento en que aparecen poemas con una idea fija. La crítica precede a la creación y el juicio al canto. Esto provoca poemas de la cursilería más ramplona, pasada por el tamiz de la teoría ya fija. Consciente tal vez de este problema, el poeta intenta (pero a mi parecer no logra) balancear esto a través de la oscuridad de la frase y de la alusión.


Doblo la página del día,
escribo lo que me dicta
el movimiento de tus pestañas.

*
Entro en ti,
veracidad de la tiniebla.
Quiero las evidencias de lo obscuro,
beber el vino negro:
toma mis ojos y reviéntalos
*
Hay fuentes
en el jardín de tus arterias.

“A través” (fragmentos)


Hay algo de Villaurrutia en estos poemas de Paz. Esto se nota en el último fragmento citado, que recuerda aquel:

[…]Nocturno mar amargo
que circula en estrechos corredores
de corales arterias y raíces
y venas y medusas capilares.

Mar que teje en la sombra su tejido flotante,
con azules agujas ensartadas
con hilos nervios y tensos cordones.

Nocturno mar amargo
que humedece mi lengua con su lenta saliva,
que hace crecer mis uñas con la fuerza
de su marca oscura. […]

“Nocturno mar” (fragmento), Xavier Villaurrutia


Sin embargo, lo que en Villaurrutia es un poema sombrío —vida que se escapa y permanece, marca de Caín— en Paz es la apropiación de una estética que no acaba de pertenecerle. Hay mucho de ripioso en estos breves poemas (lo que es inusitado en una obra de tal extensión). Se ve el armazón teórico de los versos.

Pero el recuerdo de Villaurrutia no se encuentra sólo en ese lenguaje. Es con este libro que aparecen de manera más constante aquellos juegos lingüísticos que remiten a “Nocturno en el que nada se oye”. El poeta de contemporáneos, por supuesto, no había sido el primero en usar estos recursos, pero es el antecedente inmediato.

Como sea, me parece que las veces que Octavio Paz hizo uso de este recurso (cuyos antecedentes en su obra, mucho más logrados, están en la serie de “Trabajos del poeta”) no se cuentan entre lo mejor de su poesía. Hay una distancia entre el tono de los poemas y los juegos de palabras, que a mi parecer son más un truco intelectual que una necesidad de la obra.

Puño de piedra,
pina de lava,
osario,
no tierra,
isla tampoco,
peña despeñada,
duro durazno,
gota de sol petrificada.

“Ustica” (fragmento)

Parece evidente en este sentido la cercanía de Paz con lo que hace Julio Cortázar en su novelística[1], con los ensayos de Oulipo y la Patafísica. Se trata más que de un experimento estético, de un intento de romper con las paredes del lenguaje a través del absurdo. Una idea no sin parangones a los ejercicios budistas donde se busca la iluminación a través del sinsentido.

No es de extrañar este interés en el humor y el sinsentido. Desde el inicio, Paz había sido un autor especialmente interesado en la palabra como creadora del mundo. Desde el principio había, asimismo, intuido la relación entre el mundo y aquello que lo nombra. Sin embargo, esta intuición hasta entonces había sido integrada a una idea de mundo proveniente del romanticismo, en donde el universo tiene una figura y esa figura es develada, creada, por la palabra. Así, la poesía, verdadera palabra original, como pregonan tanto Blake como Hölderlin y Shelley, destruye la dicotomía entre sentido y sonido, entre mundo y palabra. Verdadero lenguaje sagrado, no dice: presenta.

Con la experiencia surrealista y dadaísta se pone en crisis esta idea, pero se continúa a través de los poderes del inconsciente y del “azar objetivo”. Oulipo, la Patafísica y Cortázar heredan estas ideas, pero van más allá en su crítica. Si el decir modela el mundo, ¿cómo decir lo que está más allá del lenguaje? De forma más sistemática que los surrealistas y con menos fundamentos filosóficos que los románticos, acuden al humor, el absurdo y aquellas “trampas al lenguaje” de las que habla Barthes.

Paz, que a la sazón se encontraba en la India, se une a sus contemporáneos. Su interés en el tema, como hemos visto, empieza mucho antes. Su presencia en Oriente, con una gran tradición en la crítica del sentido, lo acerca al budismo.

¿Por qué estando en la India no abonó sus lecturas con la metafísica hindú?, ¿por qué no pensó más en la “doctrina sin palabras” de Lao-tse? Arriesgo una teoría: como occidental moderno, la mística hindú y la doctrina de Lao-tse no lo atraen por ser caminos místicos, solitarios y ajenos al lenguaje. La mística hindú proveniente sobre todo del bhakti, parecida en más de un sentido a la devoción cristiana exige un abandono de la razón por la fe que no empata con lo que en ese momento le interesa (la construcción de un mito era lo que había logrado en La estación violenta); por su parte, el taoísmo exige la renuncia a la Historia, recuerda al quietismo, y a la acción por abandono. Culmina en el silencio. No es todavía tiempo de tal idea para Paz, inmerso en el vértigo de las pasiones del siglo XX.

En el budismo encuentra aquello que va de acuerdo con su idea de la poesía y con los tiempos que corren. Entre el abandono hinduista y el silencio taoísta, el budismo en su vertiente más filosófica (Buda mismo no escribió nada) desarrolla con una lógica rigurosa una doctrina de la falta de sentido que encierra un sentido.

El budismo en adelante será una obsesión para Paz que no en pocas ocasiones he encontrado (todo hay que decirlo) fastidiosa.

Al mismo tiempo, la lectura de Levi Strauss lo lleva al estructuralismo. Marca para siempre esta parte de su obra. Otra vez: la palabra que significa sólo significar; la idea del lenguaje humano como una prolongación de leyes lógicas que no tienen más sentido que sí mismas.

La crítica al lenguaje del estructuralismo, del budismo y de lo que en ese momento hacen los herederos académicos de las vanguardias, se encuentra en el ambiente intelectual, al igual que el ejemplo de aquello que Paz había perseguido desde hacía tiempo: el poema del absoluto, a la manera de Mallarmé.

Si Salamandra significó el quiebre con su obra anterior, Viento entero es la muestra de aquel camino que seguirá durante estos años.

En este libro, Paz integra sus intereses recién mostrados con los aspectos de su anterior poesía. La crítica al lenguaje continúa, si bien integrada a la idea del “presente perpetuo” de los poemas contenidos en La estación violenta. El lenguaje, así, se transforma en camino que se deshace a cada minuto, que a cada segundo debe re-significarse. Así, hombres, ciudades, acciones, mundos no son más que figuras del lenguaje, destinadas a desaparecer. Lo único que permanece es lo que desaparece: el camino, el instante: el abrazo de los amantes.


En el centro de la hora redonda
                                       Encandilada
               Potranca alazana 
Un haz de chispas 
                             Una muchacha real
Entre las casas y las gentes espectrales
Presencia chorro de evidencias
Yo vi a través de mis actos irreales 
La tomé de la mano
                                 Juntos atravesamos
Los cuatro espacios los tres tiempos
Y volvimos al día del comienzo
El presente es perpetuo

Viento entero (fragmento)


Hay momentos de verdadera belleza en este libro, sin embargo, todavía es patente el armazón intelectual. Las referencias mitológicas y filosóficas no convierten a un poema en mito (y me parece que no lo quería ya así Paz). Los momentos en que “encarnan las ideas” para usar las mismas palabras del poeta, escasean y quedan en un bello proyecto que, mucho me temo, a mi parecer, no se realiza en plenitud. Los versos se pierden en oscuridades y referencias. Se fundan en esas referencias.


Espacio espacios animados
Anima mundi                 
                        Materia maternal
Perpetua desterrada de sí misma
Y caída perpetua en su entraña vacía                                                       
                                           Anima mundi
Madre de las razas errantes                                        
                         De los soles y los hombres
Emigran los espacios                             
                              El presente es perpetuo
En el pico del mundo se acarician
Shiva y Parvati                     
                       Cada caricia dura un siglo
Para el dios y para el hombre                                          
                                      Un mismo tiempo
Un mismo despeñarse



Viento entero (fragmento)


Por su parte, Blanco es el culmen de la poesía de este periodo. Con toda seguridad, uno de los monumentos intelectuales de la literatura en nuestra lengua, es un poema crítico, que pretende ir más allá de la poesía. Decir lo indecible.

Paz ya había comprendido que las palabras son incapaces de ir más allá de sí mismas. Por esto, lleva el procedimiento de Mallarmé un paso más allá. Decir con colores, con combinaciones, con una escritura del instante que sólo al recrearse se cumple. De la misma manera, Paz recupera los procedimientos de Eliot y Pound: el poema se llena de citas, nombres y referencias que deben ser leídas como signos de la Historia y del pensamiento.

La forma final de Blanco tiene no escasos parangones con la de la Rayuela de Julio Cortázar. Bien podemos decir que Blanco es para la poesía lo que Rayuela para la narrativa. Los proyectos más osados que se hayan intentado en nuestro idioma.

Empero, como el mismo Paz decía por esos mismos años de la poesía de Jorge Cuesta, un gran proyecto de obra no basta para hacer una gran obra.

Blanco, con todo lo grandioso de su mise en scene, con todo lo profundo de las reflexiones que le dan sustento, es a mi juicio un poema fallido.

Al abrir el libro uno se sorprende. Se trata de uno de los primeros y más cumplidos libros-objeto en aparecer. Se divide en varias columnas de distinto color que pueden leerse como una sola (blanco) o en forma individual (dobleces cromáticos). A su vez, está paginado de forma continua, con sucesivos dobleces que a su vez pueden formar una lectura distinta cada vez.

Cada lectura, así, puede ser completamente distinta, lo que ofrece cientos de posibilidades combinatorias.

Al mismo tiempo, el viaje por ese texto es un viaje por el lenguaje. Ese viaje culmina en la realización del instante: el cuerpo de una mujer como la combinación azarosa y necesaria de un universo, él mismo cuerpo, imagen y palabra. Una realización (erotismo) que culmina en la dispersión de los signos. Un continuo re-comenzar. Una figura (la de la mujer) que es signo del mundo y un mundo que, a través de ese lenguaje, se transforma en mandala.

La idea del poema es tan imponente como fallida es su realización.

Me explicaré.

Un poema que se explica antes de ser leído, que necesita ser explicado para conmover al lector, no es un poema. En busca del lenguaje que trascienda al lenguaje, Paz niega lo que ya había descubierto en El arco y la lira: todo poema trasciende al lenguaje; toda lectura es una re-creación. Blanco busca extremar las características del poema a través de un artificio intelectual. Pero, como en toda obra que parte de una tesis (problema que hoy aqueja a la mitad de los poetas contemporáneos —la otra mitad cree en la poesía como gritos de cantina), la armazón es patente (y no sólo patente: se debe explicar el poema; hay que explicar por qué el poema debe de entusiasmarnos). Hay imágenes maravillosas, sin duda, pero que se cumplen a pesar del plan de la obra no por él.

No se puede ir más allá del lenguaje si se precisa usar ese lenguaje para explicar la trascendencia que una obra nos ha de provocar.

El ánimo lúdico de Blanco es aplaudible, sin embargo, no se puede jugar con los dados ya cargados.

Blanco es probablemente la obra más osada de la poesía mexicana (sólo Muerte sin fin y Primero sueño pueden comparársele), pero es, asimismo, la más fallida. Si hubiéramos de calificar a Paz por este libro, entonces la imagen que de él tienen los lectores sería cierta: sus intenciones son monumentales, pero la oscuridad, la erudición, la experimentación intelectual opacan su realización. Una obra en prosa que explorase estas características podría ser brillante, pero como poema —como ese ente físico, vivo, que es el poema— cae.

Resulta extraño que los lectores de algunos “poetas subterráneos” que aman la chabacanería, lo “experimental”,  la cita gratuita y la erudición de cantina detesten a Paz, ya que en Blanco lleva todas estas caídas al nivel más alto. Asimismo, debo reconocerlo, hay que decir que también en esta obra, Paz alcanza cimas en lo que Zaid llamó los poemas “pomposos, proclamatorios y aburridos[2]”, con todo y que, sin lugar a dudas, Blanco parte de uno de los proyectos más osados que se hayan intentado en el siglo XX en cualquier lengua.

Es curioso como “Piedra de sol” (que Paz no apreciaba al nivel de sus obras posteriores) sin proponérselo se ha convertido en una de las cimas de la poesía moderna mientras el experimental Blanco sin negar la grandeza de su propósito ha resultado en una de los monumentos literarios menos leídos de la modernidad. Quizá en ese fracaso (como en el fracaso como obra total de Rayuela) reside su mayor valor. Algo nos puede decir también la forma en que ambos poemas fueron realizados: uno, a sujeto al fluir del idioma; el otro, parte de un plan largamente meditado.

[…]El espíritu
es una invención del cuerpo
El cuerpo
es una invención del mundo
El mundo
es una invención del espíritu
No                   Sí     
        irrealidad de lo mirado
la transparencia es todo lo que queda
Tus pasos en el cuarto vecino
el trueno verde
                  madura
en el follaje del cielo
                  Estás desnuda
como una silaba
                  como una llama
una isla de llamas
pasión de brasa compasiva
El mundo
                haz de tus imágenes
anegadas en la música
                           Tu cuerpo
derramado en mi cuerpo
                               visto
desvanecido
                 da realidad a la mirada

Blanco (fragmento)


De los libros posteriores de Paz, Ladera este resulta en especial sugestivo. Resulta en contraste, mucho más cumplido que Blanco, aunque parte también de una misma fascinación por el lenguaje y comparte las caídas de éste.

El interés por el lenguaje, por la sucesión temporal, por la Historia como unos signos que se dibujan y desvanecen en el instante, continúan. Empero, hay más libertad en este libro. Fuera de esquemas preconcebidos, Paz se mueve con mayor naturalidad y llega a momentos realmente maravillosos, que hacen olvidar la profusión de referencias y la pesada armazón teórica que, todavía, aunque de manera más flexible, da sustento al libro. El poema se mueve y se echa a andar con pasos propios. Esto se nota en el desarrollo, pero sobre todo en la culminación de “Domingo en la isla de Elefanta” o en “Escritura”, uno de los mejores poemas de Paz en el cual ya hay muchas señas de lo que haría años después:

[…] Shiva y Parvati:
los adoramos
no como a dioses,
como a imágenes
de la divinidad de los hombres.
Ustedes son lo que el hombre hace y no es,
lo que el hombre ha de ser
cuando pague la condena del quehacer.
Shiva:
tus cuatro brazos son cuatro ríos,
cuatro surtidores.
Todo tu ser es una fuente
y en ella se baña la linda Parvati,
en ella se mece como una barca graciosa.
El mar palpita bajo el sol:
son los gruesos labios de Shiva que sonríe;
el mar es una larga llamarada:
son los pasos de Parvati sobre las aguas.
Shiva y Parvati:
la mujer que es mi mujer
y yo,
nada les pedimos, nada
que sea del otro mundo:
sólo
la luz sobre el mar,
la luz descalza sobre el mar y la tierra dormidos.


“Domingo en la isla de Elefanta” (fragmento)




Yo dibujo estas letras
como el día dibuja sus imágenes
y sopla sobre ellas y no vuelve.


“Escritura”, Octavio Paz


La presencia de este tipo de poemas, sin embargo, no hace olvidar momentos en verdad ruborizantes (no por el tema ni por las palabras usadas, sino por los ripios teóricos evidentes, que encubren un poema de cursilería adolescente). Ejemplo de esto puede leerse en “Maithuna”:

Mis ojos te descubren
desnuda
                 y te cubren
con una lluvia cálida
de miradas
*
Una jaula de sonidos
                       abierta
en plena mañana
                 más blanca
que tus nalgas
            en plena noche
tu risa
        o más bien tu follaje
tu camisa de luna
            al saltar de la cama

Luz cernida
             la espiral cantante
devana la blancura.
                        Aspa
X
plantada en un abra



“Maithuna” (fragmento)

Por su parte, “Custodia”, lleva la obsesión de Paz por el lenguaje y por los experimentos “concretos” con él a un punto que, no temo decirlo, roza el ridículo. De nuevo: el ánimo lúdico no existe si ya se sabe el punto al que se quiere llegar.


                                    El nombre
                                  Sus sombras
                       El hombre           La hembra
                    El mazo                          El gong
                  La i                                            La o
               La torre                                     El aljibe
             El índice                                         La hora
          El hueso                                                 La rosa
          El rocío                                                La huesa
             El venero                                      La llama
               El tizón                                   La noche
                  El río                               La ciudad
                    La quilla                         El ancla
                          El hembro    La hombra
                                    El hombre
                        Su cuerpo de nombres
       Tu nombre en mi nombre En tu nombre mi nombre
    Uno frente al otro uno contra el otro uno en torno al otro
                                El uno en el otro
                                   Sin nombres


“Custodia”

Posteriormente, Topoemas y Discos visuales (un paso importante en la idea del libro-objeto) reiteran los aspectos más intelectuales y menos espontáneos de los pasados libros y resultan más ocurrentes que cumplidos.

No es de extrañar que el libro que cierra esta etapa sea a la vez su realización más perfecta. No es de extrañar tampoco que sea un libro que cruza y trasciende los géneros. Ni poesía ni novela ni libro de viajes, El mono gramático, triunfa allí en donde Blanco fracasa. En prosa (o mejor dicho, en una prosa atravesada por la poesía) y liberado de toda estructura premeditada, logra convertir su escritura en un camino; el lenguaje crea al mundo y el tiempo lo desvanece. Más poema que narrativa; más narrativa que ensayo, pero sin ser ni uno ni otro, este libro merece ser leído con más interés por la crítica, atraída actualmente más en otorgar medallas a lo que ellos consideran los mejores escritores y los poetas más innovadores.



César Alain Cajero Sánchez





[1] Al respecto de la obra novelística de Cortázar (que también puede aplicarse a la obra de Paz) ver mi ensayo: http://larosapublica.blogspot.mx/2014_09_01_archive.html

[2] Zaid, Gabriel, “No me rescates, compadre”, en Letras libres. http://www.letraslibres.com/blogs/articulos-recientes/no-me-rescates-compadre


Sobre la forma en la literatura  César A. Cajero Podemos definir en este momento y provisionalmente a la literatura como aquella...